Hace poco supe que existía y qué era: el punto Nemo. La ubicación más remota e inaccesible de la superficie terrestre.
Está en el sur del Pacífico (a 4.800 kilómetros de Nueva Zelanda y a 3.200 km de la Antártida).
Es tan remoto y solitario que se dice que los seres humanos que más cerca tendrías estando allí serían los astronautas de la Estación Espacial Internacional.
No iré nunca a Nemo. Qué me importa, si ni sabía que existía hasta hace cuatro días.
No llegaré jamás a Nemo pero siempre soñaré con alcanzar los nemos de los que me habla mi imaginación cada mañana que comienzo a caminar. Buscaba un nemo en la otra orilla de un río del sur cuando era un crío y otro en un viejo nevero que sobrevivía a todos los agostos a la sombra de enormes montañas cuando solo tenía más años.
He tenido la imaginación llena de nemos y la cabeza siempre pensando en otras cosas. Así me ha ido.
Nemo, nadie en latín. A nadie sí, a nadie se llega fácil pero se vuelve muy difícil. Lo sé muy bien.